TXALTXIGORRI
Pasado y presente
El pan de Ochagavía desde 1910
La historia de Txaltxigorri nació en Ochagavía a principios del siglo XX, cuando Modesto Sola emigró a Bayona en busca de nuevas oportunidades. Allí, Modesto descubrió un modelo novedoso para su época: la gente compraba el pan horneado a diario por profesionales en panaderías, en lugar de hornearlo en casa.
Convencido de que esa idea también podía funcionar en su pueblo, regresó a Ochagavía para en 1910 abrir su propio obrador. Así nació la semilla de lo que hoy es Txaltxigorri.
El legado continuó con su hija Tomasa Sola, que mantuvo viva la panadería en tiempos difíciles, sin dejar nunca de hornear. Más tarde, la hija de Tomasa, Rosi Martínez, se formó en repostería en Olorón (Francia), trayendo a Ochagavía nuevos sabores: bollería, croissants, bombas… dulces que entonces eran desconocidos en el pueblo.
Su hermana Menchu Martínez junto con su marido Jesús Mancho, tomaron el relevo, consolidaron el negocio y mantuvieron viva la panadería.


Desde
1910

Tradición y amor por nuestro oficio
Hoy, la cuarta generación, con Mikel Mancho y Gema Vidaurre al frente, mantenemos viva esa pasión por el oficio, combinando el saber hacer de siempre con la innovación bien entendida. Así es como, desde nuestro obrador en Torres de Elorz, elaboramos a diario alimentos que respetan lo esencial: el sabor auténtico, el cariño, el buen hacer y el estrecho vínculo con Ochagavía, el lugar donde todo empezó.
Panadería y repostería en horno de leña en el Pirineo Navarro
Txaltxigorri tiene la suerte de haber nacido y crecido en un pueblo tan bonito como Ochagavía. Un pintoresco lugar rodeado de montañas y bosques, con sus calles, casas de piedra y puentes medievales, que nos ofrecen un entorno único y especial.
En Txaltxigorri seguimos elaborando pan y dulces con el alma puesta en cada detalle, respetando los ritmos del oficio y apostando por la calidad antes que la cantidad.
Nuestra panadería combina tradición y modernidad: amasamos con masa madre de cultivo propio, cocemos en horno de leña de piedra —alimentado con leña de Irati— y utilizamos maquinaria sólo donde suma, sin restar esencia. El horno de leña es uno de nuestros mayores tesoros, no sólo por su historia, sino porque aporta al pan una corteza crujiente, un aroma profundo y una textura única.
Además, ser una panadería pequeña y familiar, nos permite cuidar lo que hacemos con mimo. Nuestras magadaleñas, por ejemplo, siguen haciéndose de la misma manera, con la misma receta y con ese toque tan personal.
Desde el obrador en Torres de Elorz, a sólo unos kilómetros de Pamplona, elaboramos a diario nuestros productos, que seguimos llevando a Ochagavía. Y así, entre tecnología bien entendida y tradición bien cuidada, logramos mantener el equilibrio que nos define: Pan con historia y repostería con alma, hechos en el corazón del Pirineo Navarro.

Ochagavía
Celebrando el pasado en cada paso
Ochagavía es mucho más que un paisaje de postal. Es un pueblo donde la historia, la naturaleza y las costumbres siguen muy presentes en la vida diaria. Una de las manifestaciones más vivas de esta herencia son sus danzantes, protagonistas de una tradición que se remonta más de 100 años atrás. Así, cada verano, durante las fiestas en honor a la Virgen de Muskilda, pequeños y mayores se visten con trajes tradicionales de la zona para dar vida a una danza ancestral que une generaciones y que mantiene viva la memoria compartida del pueblo.
En nuestra tienda, junto a los pies de los danzantes, una frase resume bien lo que sentimos: “Amor por el oficio, respeto por la tradición y compromiso por las cosas bien hechas.”




Si tienes la ocasión de visitar Ochagavía…
Descubrirás que su riqueza va mucho más allá del patrimonio cultural. Desde aquí puedes adentrarte en la impresionante Selva de Irati – uno de los hayedos-abetales más extensos y mejor conservados de Europa.
Muy cerca se encuentra también el Centro de Interpretación de la Naturaleza, ubicado en el antiguo hospital de peregrinos, donde podrás conocer la fauna, la flora y las costumbres de la zona. Además, puedes acercarte hasta el Santuario de Muskilda, en lo alto del monte, desde donde se obtienen unas vistas inigualables del valle de Salazar. o recorrer senderos que conectan con bellos pueblos cercanos, como Ezcároz, Jaurrieta o Izalzu, donde el tiempo parece haberse detenido.
Y, por supuesto, no puedes irte sin probar la deliciosa gastronomía local, en la que cada plato cuenta una historia hecha de tradición, productos de la tierra y cariño por lo auténtico.